Flamenco Jerez


“La ciudad de los gitanos”, como definió el poeta de Fuente Vaqueros a Jerez, es ante todo un lugar hospitalario y grato, ya que el jerezano, “al estar convencido de que ha nacido en un lugar privilegiado” –así lo ha escrito Caballero Bonald-, gusta ofrecer al foráneo no sin un cierto carácter hedonista la degustación de sus vinos, la contemplación de sus caballos y la “alcurnia cultural” de su flamenco.

Bien cierto es que Jerez es ciudad flamenca por todos los poros de sus viejas murallas; aquí se llora por siguiriyas y se ríe por bulerías. Las voces afillás, los conocimientos del compás y un especial soniquete, distinguen a los cantaores de Jerez.

Desde Tío Luis de la Juliana pasando por Manuel Molina, Loco Mateo, Diego el Marrurro, Joaquín la Cherna, Paco la Luz, Manuel Torre, Tío José de Paula, Frijones, Chacón, el Gloria, Sernita, Fernando Terremoto, Tío Borrico, Tía Anica, Sordera, Chocolate, Agujetas y tantos otros (ciñéndonos exclusivamente al cante), Jerez ha sido siempre, lo continúa siendo, tierra de la más amplia nómina cantaora que pensarse pueda.

Las calles Cantarería y Nueva por Santiago, Empedrada y Cerro Fuerte por San Miguel, continúan siendo reclamos, especialmente en ocasiones concretas –Semana Santa y Navidad-, para que quienes decidieron un día marcharse a la periferia o a la diáspora, vuelvan al barrio en el que nacieron a compartir el pan y la sal de la mejor saeta y del más flamenco villancico.

No quisiéramos caer en el error de afirmar que la del flamenco sea nuestra cultura. El flamenco es una parcela, tan solo una porción de un rico legado cultural que los jerezanos estamos obligados a conservar como destinatarios en cantidad y calidad de intérpretes de ese hermoso caudal que es el árbol genealógico del cante.

En cualquier rincón de cualquier barrio jerezano podremos degustar como el mejor vino los ecos del cante, las falsetas de la guitarra o el junco cimbreante de un baile. Un milagro casi diario que, en medio de tanto desconcierto reinante hoy en el mundo de este arte tan universal, los “soníos negros” de Jerez siguen siendo pilares indestructibles sobre los que se sustentan la historia del flamenco.

 




 
 
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